Los primeros bonos de titulización se emitieron en 1993 y a partir del año 2000 la titulización se expandió de forma exponencial, contribuyendo al crecimiento del crédito y al desarrollo de la burbuja inmobiliaria. Con el estallido de la crisis financiera la emisión disminuyó dramáticamente y la actitud regulatoria fue cambiando, desde una posición favorable previa a la crisis, hacia una actitud punitiva que pretendía corregir fallos y vulnerabilidades. Sin embargo, la escasez de crédito ha provocado un nuevo cambio de actitud en los reguladores respecto a las estructuras más simples y transparentes. Así, se reconoce su importancia como mecanismo de financiación y se plantea un tratamiento más favorable. En este contexto, es razonable esperar que el marco regulatorio europeo se revise para reactivar este tipo de instrumentos.